Este año hace exactamente dos décadas que le infundí los primeros trazos de vida al que luego se convertiría en mi personaje de cómic por antonomasia, y que llegaría a protagonizar historietas cortas, cuentos escritos, acuarelas, óleos y hasta una novela gráfica épica, la que sería la Capilla Sixtina de mi adolescencia: hablo de Brotam Musculamen, el “bálbaro” más despistado de Pedazomundo.

Las aventuras acerca de este personaje y su singular mundo fantástico, absurdo y divertido a más no poder, llegaron a su extremo en una epopeya comiquera de más de 200 páginas que se retorcían hasta el extremo en un barroco entramado de personajes, chistes, viñetas y subtramas infinitas, y para la que me vi esclavizado desde 1994 a 1999. Brotam había nacido de una de esas raras eclosiones creativas: cuando tenía 14 años, no había cosa en el mundo que más me apeteciera que hacer tebeos. Era como hacer películas, pero en casa y sin actores. Junto a mi gran amigo Benigno Márquez, tratamos de dar con un personaje divertido, algo violento, cargado de humor hasta las amígdalas. Él quería un robot, al que llamamos Robolólo, y que dibujé con solo dos dientes. Yo quería un bárbaro… Pese a que gané aquella batalla creativa, que Robolólo solo vio la luz en forma de portada al óleo (¡mi primer óleo!), y que las historietas, el universo y la personalidad de Brotam acabó siendo cosa mía, Brotam debe su tatuaje y su “Musculamen” a mi querido amigo.

Brotam Musculamen golpea!

Con un guión que fui improvisando sobre la marcha (y del que solo el final tenía claro), pasé aquellos días enclaustrado, solo saliendo a ver la luz del sol cuando mis amigos me obligaban o la psicóloga del colegio se quejaba a mis padres. Al principio mi guerrero hablaba andaluz “zerrao”, y fue algo que pronto iría a la papelera. En 1996, viendo que las últimas páginas distaban mucho en calidad de las primeras, comencé a re-dibujarlas desde cero, al tiempo que la narración seguía su curso final hacia la locura. El “bálbaro” fue mucho más fuerte que yo, y consiguió dominar cualquiera de mis impulsos creativos por más de un lustro, creando juntos Brotam Musculamen y el Sandwich de Jamón y Queso… La novela gráfica, dividida en dos volúmenes, adelantada en muchos aspectos al ácido humor televisivo actual y a la fantasticomanía explotada por Gollums, enanoides, zombies y bonachonas Maléficas, está cargada de geniales estupideces mucho peores que el título…

Ahora llega la parte triste del absurdo, mucho más ilógico que el propio universo brotamniano: han pasado 20 años, pero en ninguno de ellos Brotam ha visto publicadas ni una sola de sus aventuras. Así es, y eso que durante mucho tiempo no cesé en el intento. Como mucha de mi obra, la admiración, la inseguridad y la confusión se han visto mezcladas en la mente de editores y productores a lo largo del tiempo, dando como fruto la frustración de un servidor y, por supuesto, del guerrero más enfadica y despistado de todos los tiempos. En principio, hasta Ricardo y Nacho (los creadores de Goomer, ni más ni menos), admiraron las páginas de mi obra, cuando no llevaba ni 50 dibujadas. Interesados, me dijeron que cuando terminara la “historieta”, no dudara en publicarla en el periódico “El Mundo”… Pero cuando “El Brotam” estuvo terminado, era un complejo y monumental cómic que hacía temblar a periódicos y revistas, y para el que ya había escrito apéndices y relatos, la historia del universo, de sus dioses, reyes y bestias, y dibujado un sinfín de mapas, reinos y genealogías. En donde hubo un Salón del Cómic barcelonés, un Expocómic madrileño, en certámenes, concursos e innumerables editoriales, allí estuvo Brotam Musculamen. Supongo que la visión de un chaval desconocido de apenas veinte años, con enormes encuadernaciones bajo el sobaco y ambiciosas ideas creativas no daban confianza a quienes ya tenían asegurados a Simon Bisley, Frank Miller o a los superdibujantes de superhéroes de turno. Gané algunos de aquellos certámenes e incluso publiqué alguna historieta… Pero nunca del “bálbaro”.

De cómo Brotam Musculamen fue a cazar a un vampiro

Como este es mi blog, aquí si hay cabida para Brotam y sus absurdeces. Si este artículo te ha suscitado cierto interés o al menos una rabiosa curiosidad, no dudes en darte un paseo por esta magna obra de mi más libre juventud. Porque, eso sí, aunque fui esclavo de Brotam durante años, él también me dio la mayor libertad creativa imaginable, la que buscamos desesperadamente todos los adultos…